POR José Inés Figueroa Vitela
Generalmente, los Secretarios de Finanzas de un gobierno estatal no renuncian, por voluntad propia.
El caso del pasado sexenio se tendrá que ver como excepción, pues se trató más bien de un desgobierno, donde más que permear la condición de políticos o servidores públicos, lo que aplicaron fueron las vocaciones delincuenciales.
La primera titular de Finanzas del gobierno cabecista, se fue, en el primer año del sexenio, por lo mismo que lo hizo la Secretaria de Salud, el de Desarrollo Agropecuario y el de administración: rechazar la intromisión de la familia del Gobernador FRANCISCO JAVIER GARCÍA CABEZA DE VACA.
Ya sabe, los parientes, con una profunda ignorancia y un desbordado apetito, mán una ausencia total de escrúpulos, se repartieron la estructura pública como parcelas, para saquear el presupuesto y aplicar extorsiones a partir de la función jurisdiccional, dejándole a los funcionarios solo la responsabilidad de extender su firma y atenerse a las consecuencias.
Consecuencias que, aunque tardaron, ya están llegando, mientras siguen sin quitarse el yugo del exgobernador, quienes acataron tal mandato y en efecto, por las migajas que caían de la mesa, endosaron el banquete a la familia “gobernante” comprometiendo su libertad y fama pública.
Un hombre con todas las prendas académicas, experiencia, conocimiento, relaciones, jamás caería en ese juego de entregar prestigio, salud, tranquilidad, dignidad, entereza, por un encargo público al que no va a delinquir o sacar privilegios personales.
Pero eso es otra historia, sobre la que ya abundaremos.
Decía que de Finanzas, con excepción de los del pasado reciente con razones particulares, al menos en la época contemporánea, nadie se ha ido por su propio pié.
El todo poderoso PACO ADAME en tiempos de CAVAZOS Gobernador, se fue por andar “especulando” en la bolsa con los fondos públicos, cuando cayeron las acciones y la falta de liquidez se hizo presente; el mismo TOMÁS YARRINGTON se fue a construir la candidatura al gobierno estatal tras dejar el manejo de los tesoros en la administración de CAVAZOS, por citar un par de ejemplos.
El fin de semana, la renuncia definitiva de JESÚS LAVIN VERÁSTEGUI sorprendió a muchos, no solo por el perfil del cargo que implica el manejo de todos los recursos presupuestales de que dispone el Estado.
El ex Director de la Facultad de Comercio de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, encabezó el proceso de entrega-recepción con tino y firmeza, en medio de no pocos obstáculos, con la representación personal del entonces gobernador electo, el doctor AMÉRICO VILLARREAL ANAYA.
Ese era el nivel de capacidad y confianza que se le estaba dando y desde entonces ya se decía: “va a ser lo que quiera ser”, en el nuevo sexenio y las opiniones se dividían entre que si llegaría al rectorado universitario, o a la misma Secretaría de Finanzas.
Por eso, cuando primero se le nombró Secretario de Administración, hubo desconcierto entre unos y justificaciones en otros; cuando hace menos de un año finalmente llegó a la administración del tesoro público no faltaron expresiones sobre que al fin “le habría hecho justicia la revolución… bolchevique”.
Por eso la multiplicación de incógnitas sobre su “pronta partida”.
No obstante, entre sus cercanos, hace tiempo que se venía hablando de la renuncia de LAVÍN a Finanzas; la que habría presentado en distintos momentos, sin que se le hubiera aceptado, según tales trascendidos.
Seguramente estaban buscando la figura que pudiera cubrir el perfil, llenar la silla, trazar las expectativas ejecutivas, soportadas precisamente en el trampolín del presupuesto, a partir de un manejo pulcro, honesto y transparente.
LAVIN quiere curarse, no exponerse, consolidar su condición física y mental para llegar a una vejez agradable, compensatoria de los esfuerzo de toda una vida, digna y honesta.
Ya había recibido un par de avisos y no quiso esperar a terceros.
No es el único.
Como cantó JUAN GABRIEL:
Pero qué necesidad, para qué tanto problema, no hay como la libertad de ser, de estar, de ir, de amar, de hacer, de hablar, de andar así sin penas.
Así… sin penas.
