POR José Inés Figueroa Vitela
Obviamente, en Tamaulipas no estamos del lado de quienes se proclaman representantes de “la Generación Z”, presuntos jóvenes que reclaman el regreso al pasado.
Así se vió el anterior fin de semana, cuando quienes se encuadran en ese espacio temporal de nacimiento, no respondieron a la convocatoria para manifestarse públicamente, dejando a la vista a quienes realmente se encontraban atrás del pretendido movimiento juvenil: un puñado de viejos prianistas nostálgicos del pasado.
Aunque cronológicamente hace mucho rebasé la edad de “las juventudes” -más bien en el sexto piso ando arañando la “tercera edad”-, como ciudadano no comparto las expresiones catastrofistas y derrotistas que hablan de tiempos perdidos e inminentes hecatombes.
No soy beneficiario de cualquiera de los programas sociales emprendidos por los gobiernos morenistas, pero si le rascamos a viejas colaboraciones en este mismo espacio, encontraremos que la cristiana expresión de “primero los pobres”, hecha política gubernamental, en más de una ocasión se aclamó con imperiosidad.
En más de un reportaje, en las postrimerías del prianato, compartí los hechos que enfilaban al punto de quiebre del viejo sistema y los caldos de cultivo criminal, creados en la ausencia de oportunidades a toda una generación que, no teniendo nada qué perder, sobrevivió, diezmada, sin límites.
En elemental congruencia, por eso hoy rechazo que alterar el sistema que está en proceso de consolidación, llamado el segundo piso de la Cuarta Transformación, para regresar al esquema de feudos, concentración de la riqueza y masificación de la pobreza recrudecida, sea un camino viable.
Lo que no está a discusión ahora, es que en el anterior sistema dominaban los excesos, actos de corrupción, complicidades y dominio de los poderosos económicos sobre el poder público, en detrimento del interés popular.
Quienes quieren regresar a ese esquema, enderezan sus quejas y denuncias para justificar un cambio en el nuevo sistema, a partir de algunas deficiencias en los servicios públicos y en la atención institucional a la sociedad, llámese infraestructura, salud, educación, etcétera.
Ninguno de los indicadores que miden las obras y servicios que corresponden al Estado, registran una disminución respecto de lo que sucedió en los anteriores gobiernos, sino que, más bien, se dan logros históricos echando por tierra muchos mitos del “eso no se puede”.
Y sí, siempre habrá mucho por hacer en un mundo, país, estado dinámico, especialmente en este, que arrastra rezagos históricos hijos de la corrupción y la abulia.
La institucionalizada distribución de la riqueza, dicen los detractores del aquí y ahora, no hace ricos a ninguno, sino que más bien empobrece a todos.
Los apoyos sociales, que todo mundo recibe, aun “los pudientes”, para muchos tal vez no represente mayor cosa en su ritmo de vida, pero para muchos más, las masas depauperadas del viejo sistema, es la diferencia entre alimentarse y no hacerlo, estudiar o dejar de hacerlo, mantener una vida digna, sin sobresaltos o tolerar el vivir del delito.
Ninguna madre, esposa, hijos e hijas está feliz con que su ser querido, entregue su vida causando daño a terceros, al servicio de los grupos delincuenciales, enfrentándose entre iguales y contra la autoridad.
En algún momento del fin del viejo sistema no había opción.
Por eso yo no estoy con quienes dicen hablar en nombre de la Generación Z, los más que ni siquiera saben o quieren saber, la verdadera bandera es de los financiadores, empresarios, concentradores del gran capital, como RICARDO SALINAS PLIEGO, que quieren seguir sin pagar impuestos, disponiendo de los que la clase asalariada sí paga.
Esos son los verdaderos enemigos de México que le han lastimado desde dentro, desde siempre.
Lo mejor es que la sociedad ya despertó, ya les conoce y les llama por su nombre.
Sus estrategias desestabilizadoras no tienen futuro y más bien, la justicia se les viene encima: van a tener que pagar lo que le deben a México, con dinero, o con cárcel.
Más temprano que tarde.
